Ante la noche hambrienta de mis quejas, me hinco con menosprecio. Me reconozco ante el susurro nocturno que me responde: ‘No me culpes de tus penas, tus quejas son hijas del viento.
Ante la noche hambrienta de mis quejas, me hinco con menosprecio. Me reconozco ante el susurro nocturno que me responde: ‘No me culpes de tus penas, tus quejas son hijas del viento.