Ante la noche hambrienta de mis quejas, me hinco con menosprecio. Me reconozco ante el susurro nocturno que me responde: ‘No me culpes de tus penas, tus quejas son hijas del viento.
CLAMORES
Existen clamores, como los dedos ansiosos pidiendo un cuerpo, clamores por hambre. Hay cavidades internas que emiten clamores de vergüenza y sublevación, apoyados en una inmensa desazón.